No es común encontrar como titular en una Hermandad de Gloria un Cristo Crucificado, si bien en este caso se justifica ya que, dentro del Instituto de esta corporación, se debía atender a los hermanos difuntos, siendo esta imagen la que presidía las ceremonias fúnebres, de ahí su advocación. En el recibo que se conserva en los Archivos de la Hermandad, se especifica otra funcionalidad de la imagen, ya que se indica que el crucificado debe ser realizado para el Vía Crucis, adquiriéndose así un nuevo carácter penitencial. Esta utilidad pudiera justificar el tamaño de la obra, apta para ser portada por una persona.
La imagen presenta a Cristo muerto clavado sobre una cruz arbórea con tres clavos: uno en cada mano y uno para los dos pies, montando el derecho sobre el izquierdo. Este tipo de composición triangular, marcada por la postura del Redentor, resulta más hiriente al fiel que la contempla. Muy atrás han quedado aquellos Cristos que extendían sus brazos paralelos al stipes de la cruz, señal de triunfo sobre el dolor, pese al tormento recibido, propio de la divinidad. Entregado el espíritu tras el suplicio, el cuerpo muestra la herida sangrante del costado y otras huellas de la pasión: las heridas de los azotes, los hematomas de las rodillas, frutos de las caídas durante el camino hacia el calvario, las llagas sangrantes en los hombros, producidas por el peso de la cruz, etc. El Rostro, dulce y apacible, en la línea de los Roldán, cae sobre el pecho; los ojos y la boca entreabiertos y el cabello, organizado en mechones que por el lado izquierdo caen sobre el rostro, dejando el derecho descubierto. Se pueden apreciar las heridas sangrantes de la corona de espinas de la que carece.
El tratamiento anatómico muestra un estudio de las proporciones bastante correcto, elevando las cotas de naturalismo en la representación. La imagen está liberada del patetismo y dramatismo propio de la estética seiscentista. El paño de pureza está apartado de los movimientos producidos por los vientos, reducido en esta ocasión a una pequeña tela anudada a la cintura con una cuerda en la derecha, quedando la pierna izquierda prácticamente al descubierto. Los artistas desde el siglo XVII, alcanzando el punto álgido con Ruiz Gijón, fueron rompiendo de forma progresiva el carácter masivo del paño de pureza que se va haciendo cada vez más aéreo, dejando la mayor parte de la anatomía al descubierto. Con ello, el artista pretende alardear del dominio de las proporciones y su maestría al tiempo que dota a la imagen de un mayor naturalismo y verismo.
La policromía, realizada por Joaquín Cano, intensifica el naturalismo de las formas. En la estética renacentista se pretende, mediante un ser apolíneo, motivar una reflexión en quien lo contempla, llevándolo a experimentar la sensación de haber ofendido a un ser bello. El barroco no confía en esta capacidad de interpretación por parte del que contempla la obra y muestra la creación cargada de evidencias que no dan lugar a dudas. Este efecto se consigue, en un alto porcentaje, gracias al efectismo de la policromía.
Según Villar Movellán, en 1972, la obra “[…] encaja perfectamente dentro del estilo familiar de los Roldán pero revela las suavidades formales de mediados del siglo XVIII, patentes por ejemplo en el perizoma caído, resguardado de los fuertes y dramáticos vientos que hacían mover el sagrado paño cincuenta años antes”. El profesor Roda Peña considera esta pieza como el último crucificado roldaniano de la escuela sevillana.
En 1996 fue restaurado por los talleres SERBAL resanando los ensambles, eliminando barnices oxidados y reintegrando las lagunas. Con ello se pudo volver a contemplar la sagrada imagen en todo su esplendor. Con motivo de la celebración del XX, aniversario de la reorganización de la Hermandad en el año 2000, se organizó un Vía Crucis externo presidido por el Cristo. Para esta ocasión se sustituyó la Cruz por una nueva del mismo estilo (arbórea, rematada por el titulus con la inscripción INRI), mejor proporcionada respecto al volumen de la figura del Redentor; realizada por José Manuel Bonilla y donada por el coro de la Hermandad. En el año 2005, con motivo de la celebración del CCLXXV Aniversario de la aprobación canónica de la Hermandad volvió a procesionar por las calles del barrio. En la Cuaresma de 2014 se estrena una nueva Cruz y peana de estilo rocalla, obra de D. Antonio Daniel Comas Pérez, realizada en madera de cedro, planchas de carey pintadas al óleo y talla en madera dorada en oro fino.