Ha mediados del siglo XIX se produce un notabilísimo cambio dentro del Instituto de la Hermandad que hasta entonces giraba en torno a la práctica del Rosario Público. Desde la década de 1860 se decide procesionar a la imagen de la Virgen, concebida en su origen para ser venerada en su altar. Lógicamente es necesario adquirir, para tal fin, unas andas procesionales. Las primeras referencias documentales sobre esta nueva adquisición se encuentran en el Libro de Actas donde se recoge en el Cabildo celebrado el 28 de marzo de 1865 la propuesta de D. Domingo Fresas (Mayordomo de la Hermandad) de adquirir un paso.
Nada sabemos a ciencia cierta sobre este paso. El proceso de realización fue largo y costoso. En cuanto a la autoría del mismo tan sólo se conserva un recibo de D. José de la Peña, adornista dorador, que se compromete con D. José Gutiérrez y D. Rafael Roldán en realizar cuatro candelabros de tres mecheros con guardabrisas y la restauración de cuatro ángeles de escultura pintados, esmaltadas sus alas y encarnados, todo ello por un importe de 1200 reales de vellón fachado el 30 de agosto de 1881. Este paso sirvió a la Hermandad hasta 1925 cuando, mediante las gestiones del hermano Sousa, se vende por 500 pesetas a la Hermandad de Nuestra Señora del Prado de la Parroquia de San Sebastián.
Con la venta del paso se comienzan las gestiones para la adquisición de unas nuevas andas. El 13 de agosto de 1925 se presenta en Cabildo un dibujo del nuevo paso y se aprueba su realización días después. Se conserva en la documentación un recibo con fecha de 9 de febrero de 1927, donde se abonaron 2380 pesetas por el paso a Manuel F. Palacios y Barrau.
El paso actual conserva piezas de las andas del siglo XIX, como son las peanas y los respiraderos sobre las que se intervino en 1972, bajo la dirección y criterio de la Junta de Gobierno, durante la estancia de la corporación en la Parroquia, de donde se pensó nunca abandonaría jamás. Luis Sánchez Jiménez (tallista y dorador) restauró por 4500 pesetas una peana de madera dorada, un sillón y cuatro faroles. Estos objetos siguen procesionando hoy día y casi de seguro, pertenecieron a las andas de 1925.
La principal de las novedades con respecto al nuevo paso, fue la realización de un palio de cajón, realizado en terciopelo burdeos con apliques de metal plateado decorados con motivos vegetales en las bambalinas exteriores y estrellas en las interiores, quedando el techo exento de ornamentación. Las labores de la confección fueron realizadas por Dª Carmen Plaza, modista dedicada a confecciones religiosas, quien recibió 5226 pesetas por la costura del palio y los faldones. Los varales y la orfebrería del palio se llevaron a caboen agosto de 1972 por el orfebre sevillano Jesús Domínguez, quien cobró por este trabajo la cantidad de 19119 pesetas. El precio incluiría la adaptación del canasto de cobre, elemento muy original, realizado con decoración de hojarascas enmarcadas entre dos molduras de caoba. Nada se sabe sobre la fecha de realización de esta pieza. Por su estilística pudiera ser de mediados del siglo XIX pero no existe ningún documento que haga mención a ella y nos permita datarla con precisión. En cuanto a los respiraderos no se constata ninguna restauración ni adquisición de nuevos, por tanto, éstos deben ser los del paso anterior. Realizados en madera de caoba, organizados mediante hojarascas que se entrecruzan, alternadas por cartelas, sin decoración en los costeros, siendo la delantera y la trasera adornada con placas de cobre donde se representa el anagrama de la Virgen formado por las cuentas de un rosario y la entrega del rosario a Santo Domingo de Guzmán.
Cuando la Hermandad vuelve a la capilla, el palio pierde su utilidad ya que éste se pensó para procesionar desde San Vicente y las reducidas dimensiones de la puerta de la capillano permiten que salga a la calle. Tras muchos años almacenado en la sacristía, hoy día es utilizado como dosel para los cultos de la Virgen. Con los varales se ha realizado un juego de ciriales y el antiguo asta del Simpecado.
Las actuales andas son portadas por doce costaleros organizados entre cuatro trabajaderas, todos ellos hermanos de la Hermandad, bajo el mando de los Hermanos Gallegos que se estrenaron como capataces en este paso.
Actualmente la Hermandad se encuentra en proceso de renovación de las andas procesionales con el fin de enriquecer las existentes acorde con el estilo de la corporación.
Por ello en el año 2002, gracias a la desinteresada colaboración de un nutrido grupo de hermanos, se pudo acometer la realización del juego de orfebrería (cráteras, violeteras y guardabrisas). El artista elegido para llevar a cabo las obras fue de nuevo Emilio Méndez, quien en esta ocasión realizó también el diseño de las obras.
En el año 2008 se continuó con dicha reforma, estrenándose la pintura del conjunto de cartelas de los respiraderos, sustituyendo los dos relieves de cobre que estaban ubicados en la delantera (escudo de la Hermandad) y trasera (Entrega del Rosario a Santo Domingo de Guzmán), así como la ejecución de los costeros que hasta el momento lucían sin decoración. Dichas pinturas fueron realizadas por el artista Antonio Daniel Comas Pérez ejecutadas en óleo sobre tabla. En dichos óvalos aparecen temas hagiográficos, en concreto la representación de santos vinculados con el instituto de la Hermandad.
En cuanto a la técnica observamos un fuerte predominio del dibujo. Ello se debe a que el artista además de la pintura trabaja frecuentemente la escultura lo cual hace que sus imágenes presenten ciertas reminiscencias, sobre todo en el tratamiento de los paños, que recuerda el modelado de la terracota. Los santos poseen un marcado movimiento que refleja perfectamente el estado emocional que les embarga. Con él potencia la expresividad de los rostros de marcado carácter idealista. En el tratamiento del fondo en que se desarrollan las escenas, opta por una pincelada suelta que crea una atmósfera característica donde se evidencia la presencia de la divinidad que se hace manifiesta en cada uno de los casos por la luz que envuelve a las figuras. El colorido está en relación con esta idea, ayudando a potenciar el ambiente, perfectamente en sintonía con los diferentes personajes.
En la delantera aparece la imagen de Santa Clara de Asís. Su iconografía responde a la representación pictórica de la talla que las Hermanas Capuchinas poseen en el Coro bajo de la iglesia conventual. Con ello se quiere dejar constancia de la vinculación existente entre la comunidad contemplativa y la hermandad letífica.
En el respiradero trasero, aparece San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana. El seráfico padre aparece en estado de oración contemplativa imbuido por la presencia de Dios. El ambiente en que se desarrolla la escena está en intima relación con el ‘Cantico de las Criaturas’, bella oración en la que el santo de Asís da gracias a Dios por la creación toda. Ambas pinturas guardan relación una con la otra mediante la repetición de algunos elementos claves para su interpretación. En este caso el ambiente que rodea a los personajes está dentro de la misma clave. Los seráficos padres forman En el costero izquierdo, en ambas cartelas se representa los santos principales de la Orden de Predicadores: Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena. La presencia en el paso de estos santos se debe a que la Orden es la creadora y difusora del rezo del rosario. El primero de ellos, el Padre fundador de los Dominicos, aparece ensimismado ante la contemplación de la Virgen que le entrega el rosario. El artista opta por representar la imagen titular de la Hermandad para hacer entrega del símbolo de la oración que da nombre a la advocación. El segundo de los óvalos muestra a una gran mujer del siglo XIV, Santa Catalina de Siena, considerada por la familia dominicana como la Madre de la Orden, que fue capaz, gracias a la fuerza del Espíritu Santo, de solucionar el problema del papado en Avignón, consiguiendo en 1377 que el Papa Gregorio XI regresara a Roma. La representación pictórica que nos ocupa muestra el momento en que Dios le regala este don, intercambiándose los corazones, fruto de la íntima relación espiritual que habían alcanzado.
Finalmente, en el costero derecho, aparecen los principales santos de la Orden Carmelita: los reformadores Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. La presencia en las andas procesionales de los mismos se debe a que como hemos estudiado, la capilla fue convento carmelita desde 1825 a 1835, siendo la titular de dicha casa la santa abulense. De todas las pinturas, estas son sin lugar a dudas las más barrocas en cuanto a composición. La primera de ellas, representa la Trasverberación de Santa Teresa de Jesús, fiesta que celebra la Iglesia el 26 de agosto. La imagen de la carmelita descalza está claramente inspirada en la escultura del Éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni obra del escultor italiano Gian Lorenzo Bernini 1671 – 1674.
Haciendo pareja con ésta, San Juan de la Cruz aparece contemplando la figura de Jesús Nazareno. Igual que sucede con la Santa Madre Carmelita, nuevamente se representa a este gran reformador en actitud de contemplación mística. Es Cristo quien inspira y anima al santo a seguir con su ardua labor al frente de la orden. Igual que Jesús llevo la Cruz, el tendrá que asumirla y cargar con ella. Este hecho se relata entre los testimonios del proceso de canonización, situando el acontecimiento durante su estancia en Segovia, dentro de la mentalidad propia del barroco.
En relación con estas pinturas, se han diseñado nuevos faldones para el paso, que fueron estrenados durante la procesión del año 2009. Dichos trabajos fueron ejecutados en los talleres de David Calleja, su diseñador, siendo la primera obra de este artista del Puerto de Santa María, para la capital hispalense.
Los paños están confeccionados sobre damasco de palma color crudo, utilizando la palmeta pequeña propia de los modelos de la antigüedad. La mayor parte de la decoración se concentra en torno a una cenefa de terciopelo negro que recorre los faldones en el tercio inferior. El juego de tonalidades recuerda el hábito dominico, orden que fue la creadora y difusora de la devoción al Rosario.
El estilo del ornamento responde a la decoración mediante motivos vegetales (hojarascas, flores, guirnaldas…) todos ellos característicos del último Barroco que ya comienza acuciar el Neoclasicismo que opta por un menor recargamiento en la ornamentación. Todas las piezas están realizadas en la técnica del bordado de aplicación con enriquecimiento de hojilla de oro, bordado en sedas de colores, escamado de lantejuelas, canutillo inglés, y cordoneado de las piezas.
El contenido iconográfico de estas piezas no es otro que la representación heráldica de órdenes religiosas que tengan vínculo especial con la Hermandad, ocupando el faldón delantero el escudo de la corporación.
Todos los blasones van enmarcados por una cartela formada por un conjunto de hojas de acanto que van delimitando el espacio central donde se ubican. Cada escudo coincide con la representación pictórica de los santos que aparecen en las cartelas de los respiraderos.
En el costero izquierdo luce el escudo de la Orden de Predicadores, coincidiendo con dos de sus figuras más veneradas, el Padre Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia.
En el costero derecho, coincidiendo con las pinturas de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, reformadores de la Orden del Carmelo en el siglo XVI, aparece el escudo de los Carmelitas.
Finalmente, en la trasera, junto con la representación del seráfico Padre San Francisco de Asís, el escudo de la Orden Franciscana recuerda nuestra vinculación con la Comunidad de Pobres Hermanas Clarisas Capuchinas del Monasterio de Santa Rosalía con quienes poseemos Carta de Hermandad desde el año 2000.
Los faldones se completan con la presencia de diversas flores dispuestas de forma diagonal ocupando el resto de los paños. Estas flores tomadas de diseños dieciochescos son representativas de elementos letánicos tales como la azucena, la rosa, el lirio… todas ellas enriquecidas con bordados en seda de colores.